La trampa del “debería” o “tendría que”: cómo liberarte

¿Cuántas veces al día te sorprendes diciéndote cosas como “debería ser más productivo/a”, “tendría que estar más feliz”, “no debería sentirme así”? Estas frases, aunque parecen inofensivas, esconden una de las trampas más comunes y dañinas del diálogo interno: la tiranía del “debería” o “tendría que”.
¿Qué es la trampa del “debería” o “tendría que”?
Los “debería” o “tendría que” son mandatos internos aprendidos, muchas veces desde la infancia, que actúan como reglas rígidas sobre cómo pensar, sentir y/o comportarte.
A diferencia de metas saludables, son exigencias que, cuando no se cumplen, generan culpa, frustración y la constante sensación de no ser suficiente.
Ejemplos comunes son:
- “Debería estar más delgado/a”.
- “Tendría que estar en otra etapa de mi vida”.
- “No debería sentirme triste si todo está bien”.
- “Tendría que tener todo bajo control”.
- “Debería ser una mejor madre/padre/hijo/a”.
- “Tendría que agradarle a todo el mundo”.
El juez interno: el portador de los “debería” o “tendría que”
Este tipo de pensamiento es impulsado por una voz interna crítica: el juez interior.
La intención original de este juez es protegernos, motivarnos y mejorar, pero cuando se vuelve dominante y rígido, es despiadado. No reconoce tus circunstancias, tus emociones o tu historia. Solo dicta normas y te castiga si no las cumples.
El problema no es tener metas o querer mejorar, sino hacerlo desde la autoexigencia y la rigidez, en lugar del autoconocimiento, la compasión y la flexibilidad.
¿Por qué caemos en esta trampa?
Caemos en la trampa de los “debería” o “tendría que”, porque forman parte de un sistema de creencias que se construye, habitualmente, desde la infancia, a menudo sin cuestionarlo.
Desde pequeños, absorbemos creencias como:
- “Deberías portarte bien”.
- “Tienes que ser obediente”.
- “No deberías llorar”.
- “Debes hacerlo perfecto”.
- “Tienes que sacar las mejores notas”.
Además, la sociedad y la cultura también refuerza mensajes como:
- “Deberías estar ocupado/a todo el tiempo”.
- “Tendrías que tener pareja para ser feliz”.
- “Deberías ser fuerte y no mostrar debilidad”.
Estas frases se internalizan como mandatos, que no solemos cuestionar, y se convierten en una especie de voz interior crítica, activándose, sin darnos cuenta, especialmente en momentos de inseguridad, cambio o estrés. Sentimos que si seguimos estos mandatos internos:
- Estaremos seguros/as.
- Evitaremos el rechazo.
- Seremos valiosos/as, merecedores y suficientes.
Pero esto es ilusorio, y cuando no cumplimos esos mandatos, aparece la culpa, el autojuicio y/o la ansiedad.
El precio de vivir en el “debería” o “tendría que”
Vivir atrapado en los “debería” o “tendría que” tiene un precio emocional y relacional muy alto. Aunque estas frases parecen inocuas, en realidad, representan un sistema interno de exigencias rígidas que pueden generar sufrimiento sostenido.
Los principales costes son:
1. Ansiedad y presión constante
El “debería” o “tendría que” funciona como un látigo interno, donde sentimos que nunca estamos haciendo lo suficiente, que siempre estamos en deuda con lo que deberíamos o tendríamos que ser, hacer y/o sentir. Esto genera una presión permanente que impide disfrutar del presente y nos mantiene en un estado de tensión y autoexigencia continua.
2. Culpa crónica
Cuando no cumplimos con lo que creemos que “deberíamos” o “tendríamos que” ser, hacer y/o sentir, aparece una sensación persistente de culpa y autorreproche.
3. Pérdida de libertad de decisión
Vivir bajo mandatos rígidos hace que tomemos decisiones para obedecer expectativas externas en lugar de actuar desde la autenticidad.
4. Autoestima frágil y crítica interior
Cuando vivimos bajo la dictadura de los “debería” y “tendría que”, la autoestima se vuelve condicional: solo nos sentimos valiosos/as si cumplimos con esas exigencias. Como esas exigencias suelen ser inalcanzables o muy rígidas, el resultado habitual es el fracaso percibido y el autorrechazo. Se activa una voz crítica interna que juzga, compara, exige y castiga, debilitando la confianza personal.
5. Parálisis o evitación
Aunque parezcan motivadores, los “debería” y “tendría que” muchas veces provocan el efecto contrario: nos paralizan. Cuanto más rígida es la exigencia, mayor es el miedo a fallar, equivocarse o no estar a la altura. Ese peso mental genera ansiedad anticipatoria, y en lugar de actuar, evitamos, postergamos o nos bloqueamos. La tarea se vuelve una amenaza, no una elección, y eso refuerza el círculo vicioso: no hago → me culpo → me exijo más → me paralizo otra vez.
6. Relaciones tensas o insatisfactorias
Los “debería” y “tendría que” no solo afectan nuestra relación con nosotros mismos/as, sino que también se proyectan hacia los demás. Esperamos que otros cumplan con nuestras propias reglas internas: “Él/ella debería entenderme”, “Él/ella tendría que cambiar”. Cuando estas expectativas rígidas no se cumplen, surge la frustración, el resentimiento y la distancia emocional. Esto dificulta la comunicación auténtica y genera conflictos recurrentes, dañando la calidad y la cercanía en nuestras relaciones.
7. Desconexión de los propios valores
Los “debería” y “tendría que” suelen ser creencias aprendidas, basadas en normas sociales, familiares y culturales, y no necesariamente en lo que realmente valoramos. Al seguir estas reglas rígidas, nos alejamos de lo que verdaderamente nos importa. Esto puede llevar a vivir una vida que no sentimos propia, generando vacío, insatisfacción y falta de propósito. Recuperar la conexión con nuestros valores es clave para vivir con coherencia y bienestar.
¿Cómo liberarte del juez interno rígido?
Aquí os dejamos algunos pasos prácticos para empezar:
1. Detecta los “debería” o “tendría que”
Empieza por escucharte con atención. Anota cada vez que digas o pienses algo que comience con “debería”, “tendría que” o “no debería / tendría que”.
Tomar conciencia es el primer paso.
2. Cuestiónalos
Pregúntate:
- ¿De dónde viene este “debería” o “tendría que”?
- ¿Realmente es mío o lo aprendí de alguien más?
- ¿Qué pasaría si no lo cumplo?
- ¿Esta creencia me ayuda o me limita?
Cuestionar te da espacio para elegir con libertad, no por obligación.
3. Cambia el lenguaje
Transforma tus “deberías” o “tendría que “ en posibilidades y elecciones:
- En lugar de “Debería estar tranquilo”, prueba con: “Me gustaría encontrar calma en este momento, pero me permito sentir lo que siento”.
- En lugar de “Tendría que complacer a todos”, intenta: «Elijo cuidar mis relaciones, pero también respetarme a mí mismo/a”.
El lenguaje importa. Cambiarlo cambia tu forma de relacionarte contigo.
4. Conecta con tu verdadero deseo
¿Lo haces porque lo “quieres” o porque crees que “debes” o “tienes que”?
Aprender a diferenciar entre lo que deseas y lo que crees que “debes” o “tienes que” hacer es clave para una vida más auténtica.
5. Practica la autocompasión
Trátate y háblate como lo harías con una persona muy querida. No desde el juicio, sino desde la comprensión. La autocompasión no te debilita, sino que te fortalece.
Los “debería” o “tendría que” pueden ser aliados poderosos o cadenas invisibles.
Un “debería” o “tendría que” saludable es una guía flexible que nace de nuestros valores y nos motiva y ayuda a mejorar desde el respeto y amor hacia nosotros mismos/as.
En cambio, un “debería” o “tendría que” tóxico es una exigencia rígida que genera culpa, ansiedad y nos aleja de nuestra autenticidad.