Cómo dejar de compararme con los demás y recuperar mi poder personal

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La comparación es la ladrona de la felicidad

-Teodoro Roosevelt-

Vivimos en una sociedad de comparación constante. Basta con abrir una red social para ver logros, cuerpos “perfectos”, viajes divertidísimos, parejas felices, éxitos profesionales, etc.

Sin querer, empezamos a medir nuestra vida con la regla ajena y, poco a poco, vamos perdiendo algo valioso: nuestro poder personal.

La comparación no siempre es mala, porque bien utilizada puede inspirarnos, impulsarnos y mostrarnos posibilidades de cambio. Sin embargo, cuando se realiza constantemente y nos deja con una sensación de no ser suficientes, se convierte en una cárcel silenciosa, que es lo que sucede la mayoría de las veces.

En este artículo queremos hablarte de cómo salir de ahí y volver a ti.

1. Reconoce que estás comparándote

Parece obvio, pero no lo es. A veces lo hacemos de forma muy automática: vemos una foto, una publicación, un comentario, una historia que nos cuentan… y ya estamos pensando “yo no tengo eso”, “yo no soy así”, “algo me falta”…

¿No te ha pasado de estar viendo las redes sociales o que alguna persona te cuente algo bueno y te empieces a sentir como de bajón? Pues esto es señal de que, seguramente, te estás comparando de forma negativa.

Entonces, cuando sientas esta incomodidad interior al ver o escuchar algo de otras personas, detente y pregúntate

  • ¿Me estoy comparando?
  • ¿Qué parte de mí se está sintiendo menos o insuficiente?
  • ¿Esta emoción me está señalando algo que deseo trabajar en mí o, simplemente, estoy cayendo en el juicio y el malestar?

Este ejercicio nos permite ser consciente de la comparación. Esto es importante, porque cuando reaccionamos desde el automático (es decir, sin conciencia), la comparación nos domina. Nos creemos fuertemente lo que pensamos: “no soy suficiente”, “nunca lo lograré”, “todos están mejor que yo”…. Esto aumenta el malestar, baja la autoestima y alimenta el ciclo de comparación constante.

Pero si en ese momento nos damos cuenta de lo que está pasando (conciencia) y, además, nos tratamos con comprensión en lugar de crítica (autocompasión), interrumpimos ese ciclo y recuperamos el poder sobre nuestra experiencia emocional. Ya no somos una víctima de la comparación, sino somos alguien que se observa, se comprende y se cuida.

2. Recuerda que solo ves una parte del todo

Nadie muestra su historia completa. En las redes y en la vida, todos compartimos una versión editada: los éxitos, los momentos bonitos y los ángulos favorecedores.

Compararte con lo que otros muestran es como sentirte fracasado/a por no parecerte a un personaje de ficción. No es real.

Por tanto, cada vez que te compares, recuerda que no conoces todo lo que hay detrás de esa imagen o historia que te cuentan. Y, realmente, tampoco necesitas saberlo para valorarte.

3. Enfócate en lo que te hace único/a

La comparación nace de una sensación de escasez: “lo que el otro tiene y yo no”. Pero lo que tú tienes, nadie más lo tiene. Tus talentos, tus heridas, tus historias… son irrepetibles.

Cuando te compares, piensa en:

  • Las cosas que has superado y te hicieron más fuerte.
  • Las cualidades que los demás valoran en ti y tú valoras de ti mismo/a (siempre hay cualidades, todo el mundo las tenemos).
  • Lo que disfrutas hacer y que te conecta contigo.

Verás que tienes más valor de lo que pensabas.

4. Limita tu exposición a lo que te resta y cultiva lo que te nutre

No todo te hace bien. Hay cuentas de redes sociales, relaciones y/o ambientes que activan la comparación constantemente. No tienes que seguir expuesto/a a eso.

De modo que:

  • Deja de seguir cuentas que te restan como persona y, solo sigue las que te inspiran y suman.
  • Rodéate de personas que no solo aparenten estar bien y que todo les va bien, sino de personas auténticas con las que puedas hablar libremente, reírte, llorar sin vergüenza y celebrar sin competir. Personas que no exigen perfección, sino que te aceptan tal y como eres, y caminan contigo mientras aprendes, caes y te levantas.
  • Invierte tiempo en cosas que te nutran: libros, naturaleza, arte, silencio, conversaciones honestas… todo lo que te reconecte contigo.

Ahí es donde se recupera el poder: cuando dejas de mirar fuera para empezar a construir dentro.

5. Visualización: el jardín propio

Cierra los ojos e imagina que tienes un jardín. Este jardín representa tu vida. Hay plantas que florecen ahora y otras aún están brotando. Unas son más grandes y otras más pequeñas. Unas son de una forma y otras de otra. Unas son más llamativas y otras no tanto. Etc.

Ahora imagina mirar hacia otros jardines: algunos tienen flores distintas, otras más vistosas… pero ninguno puede ser como el tuyo. Cada jardín es único.

Esta visualización te ayuda a internalizar que cada vida florece de forma diferente, y que la comparación negativa no tiene sentido ni en la naturaleza… ni en tu vida.


Tu camino no tiene que parecerse al de nadie. Las copias no son atractivas.

Tu valor no se mide con números ni validación externa.

Tu poder está en tu autenticidad. Y eso, nadie te lo puede quitar.

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